Ya hemos apuntado en otras ocasiones que la razón por la que, en Chiva, la importancia de los festejos dedicados a los Santos Medios, el cinco de febrero. Una festividad en honor a los Santos Alejandro y Macario, que se celebra desde 1611, cuando se les nombra patrones de la población, tras traer sus reliquias, desde Roma, los Moncada, Señores de nuestra villa.

Hay que recordar que Chiva es la única población valenciana que ensalza a estos mártires romanos, y que son llamados aquí, tradicional y “cariñosamente”, los Santos Medios, por aparecer sus imágenes seccionadas, tal y como se pueden ver en diferentes obras artísticas del templo de San Juan, ya que fueron decapitados. Si bien, hoy, su celebración, desde luego, no tiene la trascendencia que tuvo en tiempos pretéritos, como podemos ver, por ejemplo, en un libro de Juradería que va de los años 1648 a 1662 y que conserva el Archivo Municipal.

Entonces ésta se alargaba durante varios días y, además de los actos religiosos, consistentes en misa solemne con sermón y procesión, se realizaban otros más profanos de “pólvora, cohetes, sones, danza y comedias. Entonces, pese al periodo de crisis económica, no se escatimaba en gastos, pues se traían de fuera los predicadores, los comediantes, músicos y cantores; también se organizaban danzas, que eran de Moros y Cristianos, rememorando la lucha contra el infiel, para lo que se contrataba a una soldadesca. Así mismo, aún se siguen conservando ritos entrañables, como la misa del día seis y el reparto de panecillos bendecidos; si bien ya no se comen buñuelos, ni se sacan los santos en procesión.

Además, también se conserva, aunque en los últimos años de forma desvirtuada y precariamente, la costumbre de quemar “sagatos” o “fallas”, el día dedicado a los santos. Un fuego ritual que ha desgraciadamente ha perdido impulso, pues ya no compiten los niños de las diferentes calles por erigir estos monumentos llamados “fallas”  o “sagatos”, como se ha hecho tradicionalmente. Ya no se ven a los niños de cada barrio recoger “Sarsales”, como hace unos años y, de ahí, que la Asociación Peña Taurina El Torico, siempre implicada en la defensa del patrimonio festivo y cultural, decidiera intervenir para intentar “salvar” esta entrañable costumbre, de la misma forma que ha hecho con los Calderos de Nochebuena.

De hecho, este año, la Peña, volvió a poner, pues, su granito de arena, levantando una falla en el Paseo de la Argentina, sustituyendo obligatoriamente a los zagales que ya no viven de la misma forma estas tradiciones que lo hicieron los más mayores.  Esta hoguera instrumental, además de permitir la comensalidad y proporcionar calor y luz, tiene un significado simbólico trascendente. Es una de esas fogatas solsticiales, como en este caso, o equinocciales, que han tenido un sentido sagrado desde tiempo inmemorial y que se han prendido coincidiendo con un periodo significativo en el calendario agrícola.

Colaboremos todos, pues, para que no se pierdan estas tradiciones que, como nuestro Torico, son atávicas y únicas; además revelan mucho del carácter y la idiosincrasia de nuestro pueblo.

 

JCM.

Centro de Interpretación del Torico (CIT).

 

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