Hace un par de semanas anunciábamos la inauguración, en el Museo Valenciano de Etnología de la exposición itinerante de la EtnoxarxaSostenibilidad. Museos Km. 0, para el próximo día 11 de junio. Sin embargo, desde El Etno, nos comunican a todos los centros que participamos en la muestra, como integrantes de esa Red de Museos Etnológicos Locales de la Diputación de Valencia, que se pospone este acto para el 20 del mismo mes.

Como comentamos, la exposición colectiva, que se prolongará en este espacio hasta el 15 de septiembre (y en el horario que publicamos y que aparece en la web de L’Etno), quiere poner de manifiesto, y también reivindicar, los saberes tradicionales que promovemos los museos etnológicos y que son fundamentales para la gestión sostenible que reclama la contemporaneidad. Conocimientos populares que, muchas veces, la sociedad actual ha olvidado y que pueden ser considerados más allá de la nostalgia y de su significación patrimonial.
Desde el Centro de Interpretación del Torico (CIT), hemos querido colaborar en esa labor de reparar, reutilizar, intercambiar, compartir, con un elemento representativo. Un objeto artesanal y emblemático, como es la “badana” que protege y engalana al Tótem, en ese rito atávico de paso, de amor y cortejo que es nuestro Torico; un festejo de cosecha solidario y fraternal, de gran valor antropológico, económico, social, patrimonial y cultural, declarado de Interés Turístico Regional.

La badana es un apero de labranza (de diferentes materiales como el esparto y el cuero) transformado, que se usa en Chiva para preservar la cabeza del toro y que cumpla sus fines rituales sin rozaduras y tensiones de la cuerda; adornado con espejos o lanas de colores. También con esas características borlas que, además, contienen una gran carga simbólica y a las que se dedica una de las tardes de los festejos (la “fiesta de la borla”), precisamente el día que se consagra a Roque, santo patrón de los clavarios. Así, la tarde del 16 de agosto, el clavario la colgará del pecho de la clavaria en señal de afecto, de la misma forma que lo hacía, tradicionalmente, el día siguiente, en la primera de las típicas carreras, tras arrancársela al astado de su badana. Es otra forma de homenajear a su pareja, igual que lo seguirá haciendo durante las fiestas, al llevarlo a su casa y atarlo a su puerta, o dedicarle sus victorias en las cucañas, sus danzas en las antiguas torrás, su escalada en las torres o sacándola a bailar y rondarla por en esas noches especiales donde la adrenalina se mezcla con el miedo, la ilusión y la entrega. Igualmente, ese día 16, los padres regalará esas borlas (otras más modestas) a sus hijos, como si traspasaran el testigo, el legado de una tradición ancestral que el chivano lleva en las venas.

La badana es, pues, más que un utensilio, es una aureola atributo de nobleza, un blasón que, también unge nuestra memoria. Siempre fue confeccionado dignamente por alguno de nuestros famosos guarnicioneros, casi tan populares en Chiva, como nuestros versadores de albás o nuestros dulzaineros que marcan el ritmo del festejo. Una tiara espectacular y multicolor, hecha con materiales naturales que, hasta mediados del pasado siglo, se iban pasando los clavarios mayores, año tras año, restaurándolo y reutilizándolo hasta que se consideraba inservible.

Pero volviendo a su función práctica, protectora, más allá de la simbólica y la sentimental, hay que reseñar qué debido a su eficacia para resguardar la cabeza del animal, emblema y señor de la fiesta, ha sido adoptada en otros de ritos similares a nuestro “toro de vida”, en Valencia. De hecho, la administración ha declarado su uso obligatorio en las nuevas reglamentaciones.

No os perdáis el acto del día 20, pues, en Valencia, que sirve como lanzadera a una propuesta interesantísima, donde cada uno de nuestros museos expone alguna de sus piezas más entrañables; formando, todas ellas, una gran colección, singular y única, en pro de la sostenibilidad, de la cultura popular, de la armonía y la integración. Sirve para anunciar el comienzo de una andadura ilusionante, a la manera de esas carcasas que pregonan la salida de ese toro siempre respetado como pilar del rito. Animal noble investido por esa lujosa badana con la que recorrerá esas calles que huelen a la cosecha recién plegada, para lustrarlas; que visitará las casas recién emblanquinadas, para fecundarlas. Después el astado volverá a descansar a la sierra, a esperar que el juego trascendental se repita cuando la luna de agosto vuelva, cuando resuene el cuerno de la abundancia, cuando el gran reencuentro; cuando se vuelvan a aliar el taumaturgo San Roque y la Asunción, la Virgen resurrectora y casamentera.

JCM
Centro de Interpretación del Torico (CIT)

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