Ya viene la vieja, con el “arguilando”…

Continuando  con el artículo anterior en torno a la Nochebuena, queremos hacer hincapié en la costumbre ya desaparecida, también entre los niños, de recorrer el vecindario, casa por casa, cantando villancicos acompañados por panderetas, zambombas, carracas y botellas vacías de anís a modo de instrumento musical. A esta tradición se la conocía como «pedir el aguinaldo o aguilando»(en Chiva “arguilando”), que, en este caso, en lugar de dinero, podía consistir en caramelos y otros dulces: “En la puerta de mi casa / voy a poner un petardo / pa’ reirme del que venga / a pedir el arguilando. / Pues si voy a dar a todo / el que pide en Nochebuena / yo sí que voy a tener / que pedir de puerta en puerta. / Arre, borriquito, arre, burro, arre, / anda más deprisa que llegamos tarde / Arre borriquito, vamos a Belén / que mañana es fiesta y al otro también”.

Por “desgracia”, como pudimos comprobar el pasado domingo, 24 de diciembre, ya no se pide esa feliz dádiva esa noche de alegría, pero sí el día siguiente y a los familiares más cercanos; eso sí, … ya no es preceptivo besar la mano del padrino cuando se van a pedir esas “estrenas”. Por cierto, comentando ambas prácticas y ambas palabras, podemos reseñar que, también, parecen tener un origen muy antiguo. De hecho, la primera de ellas: “Aguinaldo”, proviene de la expresión: “hoc in anno” (“en este año”); así mismo y en el mismo sentido, también los habitantes del imperio romano llamaban “strenae” a los regalos que se intercambiaban los amigos, el primer día de enero, en honor de los dioses y como señal de feliz augurio.

Parece que estos pueblos, como otros que vimos en el artículo anterior, aprovechaban para regalarse en las fiestas principales como las de Saturno en diciembre (Saturnalia sportula), y las de Minerva (Minervale munus), hasta que Tiberio dispuso que solo se celebrasen las calendas de enero. Pero la sencillez primitiva de estos aguinaldos fue desapareciendo y pasaron a constituir objetos más o menos lujosos llegando a degenerar en una costosa obligación e incluso en un abuso, pues los más pobres se veían obligados a dar, muchas veces, lo que no tenían a sus protectores o superiores en el status laboral o social.

Precisamente, contra esa obligación de regalar, escribirán los Padres de la Iglesia para evitar que muchos cristianos se olvidaran de lo que eran; aunque no conseguirán acabar, del todo, con esa doble costumbre de regalos y propinas que acompañaban (a veces sin ese cariz piadoso o fraternal que se requiere) a las celebraciones religiosas y que se ha pervivido hasta la actualidad. Incluso estas prácticas de origen pagano, puramente exteriores y materiales se trasladaron a los bautismos (“Aguinaldos bautismales”) …

Igualmente, en esta época tan señalada, también han ido desvaneciéndose o transformándose otras costumbres entrañables; así, contradiciendo al villancico mencionado, no se han mantenido, en el calendario laboral, los tres días festivos que seguían a la Nochebuena, con bailes por las noches incluidos. Menos mal que se conserva, como no, el del primer día de Navidad, con las felicitaciones mencionadas y la comida familiar; aunque, en muchos hogares, ya no se come puchero con pelotas (comida de “fiesta gorda”), ni se mata el tito, ni las familias elaboran pastas para consumir esos días.

Por otra parte, también los regalos son obligatorios el esperado Día de Reyes, como la Cabalgata del día anterior, más moderna. Además, ha adquirido relevancia, la Noche de fin de año, que se potenció a principios del XX, tal y como lo conocemos, con uvas incluidas (precisamente, es entonces cuando se populariza, del mismo modo, el árbol de navidad). Sin embargo, hoy la celebración es menos cordial que hace unas décadas, cuando todo el mundo se reunía en la Mutua en un baile intergeneracional, donde se danzaba rodando el local.

Para finalizar, comentar que el día veintiocho de diciembre, con la “Fiesta de los Inocentes”, comenzaría el ciclo carnavalesco donde, antaño, triunfaron los ritos de inversión, con bailes, estrenas, cantos, bromas, hogueras, etc., que se extendería hasta el principio de la Cuaresma. Pero, de estas celebraciones ocurrentes, hablaremos más adelante… porque desde el CIT, queremos recordar todos esos acontecimientos, que configuran o han configurado nuestro singular calendario anual; todos aquellos rituales que nos han acompañado en los diferentes ciclos festivos que, siempre, han seguido el ritmo de las estaciones, el ritmo de la naturaleza, de la vida.

JCM

Centro de Interpretación del Torico (CIT)

 

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